Capítulo 22: El impacto de las mentiras


—Constestame, ¿qué estás escondiendo? ¿por qué estás despierta y en mi cuarto tan tarde?
Laura miró hacia ambos costados, como buscando una solución mágica. Entonces pensó en Mentiritas y en qué haría él.

Guardó el teléfono entre el elástico de su pijama, en la parte de atrás, lo cubrió con la tela, y llevó las manos a los costados de su cuerpo fingiendo indiferencia. Y luego, la mentira:
—Es que la tormenta me da miedo, y quería que me cuentes un cuento para que se me pase. Soledad siempre hacía eso con nosotros.
Betina se dejó caer, frustrada y ya sin paciencia. No era parte de su plan tener que contarle cuentos a una mocosa asustada en mitad de la noche cuando había tormenta. Lo único que quería hacer era dormir.
—¿Sabés qué pasa? Yo estoy muy cansada, Laurita —dijo, con el tono más paciente que pudo imitar, y luego agregó—: ¿Por qué no mejor vas y le decís a Pía? A ella le encanta contar cuentos.
—Está bien, gracias —respondió Laura, sin demasiados rodeos, y se retiró del cuarto de su tía.
Eso había estado muy cerca. Soltó un suspiro de alivio y corrió escaleras abajo hacia la cocina, donde iba a poder estar a solas.
Sacó el teléfono de su pijama y comenzó, finalmente, a revisarlo. Para decepción suya, pero no sorpresa, entre los remitentes se encontraban todos números desconocidos. Nada sospechoso.
Sin embargo esto cambió cuando comenzó a revisar las aplicaciones: parecían no tener importancia, pero descubrió casi por accidente el acceso a las cámaras de Rincón de Luz. En ese teléfono podía verse, en ese preciso instante, cómo sus compañeras dormían en su cuarto. El cuarto que había sido suyo también hasta hace muy poco tiempo. El que había abandonado por estar con esta mujer que creía que era su familia, pero que acababa de descubrir que Lucas no mentía y era todo una farsa. No sabía por qué, pero Betina era peligrosa.
Asustada y con lágrimas en los ojos, dejó el teléfono allí y corrió a su nuevo cuarto, esperando que las sábanas la protejan y deseando que fueran las mismas que usaba en Rincón de Luz.

Y finalmente, cuando el sol salió, se podía decir que ya había llegado el gran día: el período de adaptación había finalizado, y Laura iba a tener que decidir si aceptaba o no pasar a ser legalmente hija de Betina. Esa mañana, Laura desayunó muy rápido junto a su tía y su prima (o al menos quienes aseguraban serlo), pero no podía parar de pensar en lo que había encontrado la noche anterior. Ambas, o al menos Betina, estaban espiando a los chicos del hogar. Sabía que no podía aceptar ser su hija, pero también tenía miedo sobre lo que podría si llegaran a pasar si se enteraran que sabía demasiado. Necesitaba, más que nunca, el consejo y el apoyo de sus amigos de Rincón de Luz, así que usó como excusa despedirse para ir a visitarlos.
—Me voy al hogar. Quiero despedirme de los chicos antes de dar la decisión final.
—¡Que te diviertas, hermana! Ya prácticamente te puedo decir así, ¿no? —dijo Pía.
—Esperá un segundo —Betina se puso entre Laura y la puerta de la casa—. ¿Qué hace eso acá? —preguntó entonces, señalando su teléfono, el cual Laura había olvidado la noche anterior, olvidando completamente de devolverlo para no despertar sospechas.
Pía puso atención, y por un momento Laura sintió como si todo el país la estuviese mirando, a la espera de una respuesta.
—Bueno… yo… ¿tu teléfono?
—Vos fuiste a mi cuarto anoche. ¿De casualidad lo agarraste y lo trajiste acá?
Laura se quedó en silencio, mirando sus zapatillas.
—Ah, no. Fui yo —mintió Pía entonces—. Tenía que mandar un mensaje y mi teléfono tenía poca señal. Perdoname, mamá. Me olvidé de devolvértelo, pensé que no te iba a molestar.
—Claro que no me molesta —respondió Betina con una falsa sonrisa, y entonces abrió la puerta. —¡Que te diviertas, hermosa!
—¡Gracias! ¡Chau! —se despidió Laura, saliendo con alivio a la calle.
Ya a solas, Betina se relajó junto a su hermana menor.
—La próxima vez que toques mi teléfono te corto las manos, ¿me escuchaste?
—Dejá de amenazarme, que yo no hice nada. Lo dije porque era obvio que Laura estaba mintiendo, y no podemos dejar que se sienta mal justo hoy, que tiene que aceptar que la adoptes sí o sí.
Betina se puso de pie y se llevó una mano al pecho. —¡¿Sos estúpida?! ¡¿Me estás diciendo que sí fue Laura la que agarró mi teléfono anoche?!
—Sí, ¿qué… qué tiene? —tartamudeó Pía, de repente asustada.
—¡Debe haber descubierto lo de las cámaras, imbécil! ¡Por eso estaba tan rara! ¡Ahora va ir a contarle todo a los del hogar!
—Eso significa que… ¡va a arruinar nuestro plan!
—¡Qué buen razonamiento! —respondió Betina con sarcasmo, y salió corriendo por la puerta.
Lo primero que hizo fue mirar, pero Laura ya no estaba allí. Seguramente ya había entrado al hogar.
—¡Laura! ¡Laura! —comenzó a gritar, mientras corría hacia Rincón de Luz, pero alguien la detuvo en la entrada.
—Laura está adentro —le explicó Lucas, parado justo frente a las rejas, como esperándola. Betina estaba tan alterada que no había notado su presencia hasta ese entonces.
—Necesito hablar con ella. Urgente. Así que dejame entrar.
—No —dijo Lucas con firmeza, impidiéndole el paso nuevamente—. Por más que vaya a ser tu hija, nosotros la conocemos desde mucho antes, y tenemos derecho a estar con ella también. Solos.
Probablemente no se había dado cuenta de lo desafiante que había sonado hasta que vio la mirada de Betina, quien ya poco hacía para disimular sus intenciones.
—¿Quién te creés que sos para hablarme así y encima impedirme ver a mi hija? ¡Dejame pasar!
—¡No! —exclamó Lucas, y la tomó por los brazos con fuerza.
—¡Mocoso insolente! ¡No me toques! —gritó Betina, y entonces comenzó una lucha de forcejeo entre ambos.
Para ese momento, las intenciones de ambos estaban tan claras que ya ni siquiera era necesario ocultarlo.
—¿Te pensás que no sabemos lo de las cámaras? ¡No vas a llevarte a Laura! ¡Te vamos a meter presa por delincuente! —gritó Lucas, mientras la tomaba por los hombros para impedirle que mueva los brazos.
—¡Un huerfanito de cuarta como vos no va a hacer que Laura deje de ser mía! ¡Idiota! —respondió ella, mientras forcejeaba para agarrarlo de la cabeza con una mano y del brazo con la otra.
El forcejeo se volvió cada vez más y más violento, y los gritos se hacían tan fuertes que Betina comenzaba a asustarse de la posibilidad de que alguien del hogar salga y los vea.
Pensó entonces en todos sus años intentando triunfar como actriz y su ausencia de resultados. Obra tras obra, todas siempre terminaban en la miseria. Ella quería una carrera como actriz famosa, y nada ni nadie iba a quitarle eso de las manos, mucho menos un niño de 14 años que ni siquiera tenía padres.
—¡¡¡No voy a dejarte arruinar mi futuro, huérfano asqueroso!!! —gritó, y entonces juntó toda su frustración y la transformó en fuerza. Fuerza que utilizó para empujar a Lucas en dirección opuesta a las rejas del hogar. Y lo lanzó tan lejos que quedó en el medio de la calle. Se oyó una bocina y los frenos de un auto, que intentaba en vano impedir lo que estaba por suceder. Y para cuando Betina fue consciente de lo que estaba pasando, el auto ya había embestido a Lucas y lo había lanzado varios metros por el aire, dejándolo en el suelo, inconsciente, y con varias manchas de sangre.

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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