Capítulo 8: Momentos finales


Ahora que su plan avanzaba hacia la etapa más compleja de todas, Betina no podía evitar sentirse nerviosa. Lo importante era que ni Álvaro ni Soledad perciban sus nervios; después de todo, ser actriz se trataba de eso. Sin embargo, su buena actuación no impedía que la ansiedad la carcoma por dentro.
Todavía recordaba con lujo de detalles cómo, hace algunos meses, se había metido en esta tarea tan arriesgada:
Ella y su hermana, Pía, estaban en una de las plazas más populares de Buenos Aires, entregando folletos sobre su próximo estreno: una obra que terminó siendo, como de costumbre, un fracaso completo.
—Mirá ese de ahí —le había dicho a su hermana—. Tiene pinta de tener mucho dinero. Es nuestra oportunidad.

El hombre estaba vestido completamente de negro, con traje y corbata. A pesar de llevar gafas de sol oscuras en un día nublado, parecía ser un empresario exitoso. Ambas se habían acercado hacia él, pero fue Pía quien rompió el silencio.
—Hola, señor. ¿Lo puedo invitar a nuestra obra próxima a estrenarse? Es para toda la familia, le va a encantar —había dicho mientras le ofrecía un folleto—. Puede llevar a su esposa, hijos…
El hombre no dejaba de mirar algo en su teléfono móvil. Parecía estar entre una lucha decidiendo si era más importante lo que estaba leyendo o el maletín que sostenía con su mano derecha. Había ignorado completamente a pía.
—¿No escuchó a la nena? —había insistido Betina.
No fue hasta entonces que el hombre se quitó las gafas oscuras y miró con firmeza a la mujer. Era Juan Ignacio, aunque hasta ese momento ninguna de las dos lo conocía.
—No me interesa el teatro —había dicho, y continuó su camino, hasta que Pía volvió a interponerse.
—Por favor. No tenemos un solo peso, si no nos ayuda no sé qué va a ser de nosotras… vamos a tener que pasar la noche en esta plaza horrible.
—¿Qué parte de que no me interesa el arte no entendiste, mocosa insoportable?
Betina había aprovechado el momento de distracción para meter uno de los folletos en el bolsillo de Juan Ignacio.
Luego de ver a su hermana hacerle una señal, Pía dejó a Juan Ignacio seguir su camino: —Disculpe, no quería molestarlo. Que tenga un buen día.
Y entonces Juan Ignacio siguió su camino.
—Tengo que desaparecer sea como sea… —susurraba para sí mismo.
El mensaje que acababa de recibir de su asistente no dejaba de resonar en su cabeza. «Un policía escuchó todo y acaba de confesar. Borrate del mapa».
Era la mañana siguiente al día en el que había amenazado a Clarita y a Joaquín con un arma de fuego, mientras los buscadores eran llevados a «Las Sombras». Creía que su plan había triunfado, pero se equivocaba: menos de una hora más tarde, mientras se dirigía al aeropuerto, había sido detenido por las fuerzas policiales. Siete horas más tarde estaba encerrado en una celda en su ciudad natal. Muy grande fue su sorpresa al ver que su compañero de celda lo reconocía.
—Yo a vos te conozco —le había dicho no bien hubo ingresado. Era Pedro, el hombre que había mantenido a Laura secuestrada en Arboleda 301 durante siete años, mucho antes de que esa casa se convierta en Rincón de Luz.
—¿Disculpe?
—Vos trabajás para la familia Del Solar.
—¿Y vos sos…?
—Yo trabajaba en el hogar Rincón de Luz. Esto me viene como anillo al dedo. Conozco una manera en la que los dos podemos llenarnos de plata —insistía Pedro.
—¿De qué me sirve tener plata acá? Estoy encerrado. Además, no es que la necesite, ya soy rico.
—Lo que vos tenés no es nada a comparación de lo que yo estoy hablando. Hay una chica en ese hogar, Laura, que puede volvernos millonarios. ¿Qué estoy diciendo? ¡Multimillonarios!
Pedro había pasado los siguientes días intentando ganarse la confianza de Juan Ignacio. Sabía que el hecho de tenerlo como compañero no era una simple casualidad: la vida le estaba dando una segunda oportunidad… para estafar.
Al principio Juan Ignacio había creído que Pedro estaba demente: ¿una chica con poderes sobrenaturales? Pero con el pasar de las semanas, a lo mejor por estar encerrado sin poder hacer otra cosa más que escucharlo, comenzó a creer en él.
—¿Y cómo se supone que voy a poder hacerme rico con esa chica estando acá adentro? —había preguntado, demostrando interés por primera vez en muchos días.
—Tengo un teléfono celular escondido —explicaba Pedro—, podemos usarlo para que alguien de afuera nos ayude. Una mujer, por ejemplo. Podría hacerse pasar por la tía de Laura y adoptarla. Tendría que ser alguien que sepa mentir muy bien.
—…Como una actriz. —Juan Ignacio había recordado su encuentro durante sus últimas horas de libertad. Revisó su ropa y, para sorpresa suya, ahí estaba el folleto de la obra a la cual lo habían querido invitar: contenía los datos de Betina, la actriz principal del evento. —Tengo a la persona indicada. Tiene experiencia actuando, y está desesperada por ganar algo de plata. Estaría dispuesta a hacer cualquier cosa.
—¡Es perfecta! Esta misión no puede fallar. Esa mujer sabe actuar y necesita dinero, vos tenés plata y tenés a la actriz, y yo tengo la mente maestra y conozco perfectamente cómo dominar a Laura: después de todo, ¡fui yo quien la crió!
—No perdamos más tiempo, cuanto antes salga de acá mejor. Agarrá tu teléfono y mandale la foto de Laura a Betina. Acá tengo su número.
Pedro obedeció. Casi podía sentir a Betina y Pía celebrando a la distancia, en algún teatro barato después de fracasar con una sala vacía.
—Estoy muy emocionado —había dicho Juan Ignacio después—. Todo este tiempo me estuve concentrando en la empresa de los Del Solar, cuando esta chica tiene poderes sobrenaturales… ni cinco empresas multimillonarias pueden igualar eso. Yo sabía que haber terminado acá no era el fin, sino el principio. Juan Ignacio nunca se equivoca.

De vuelta en el presente, Álvaro estaba estrechando la mano de Betina. Aún estaban junto con Soledad en su oficina, y ella acababa de darles la falsa noticia de ser la tía de Laura.
—Un gusto conocerte de esa manera, admiro tu valentía —dijo Álvaro.
—¿Puedo preguntar por qué no habías dicho nada hasta ahora? —intervino Soledad, con cierta preocupación.
—Bueno, es un tema difícil. Yo nunca llegué a conocer a Laura antes de… del secuestro de Pedro. Mi hermana, Juana Velasco, vino a quedarse en mi casa cuando ese hombre horrible se la arrebató —dijo Betina, repitiendo de memoria el discurso que había ensayado al menos veinte veces frente al espejo—. Como sé que es un tema delicado, no quise decir nada hasta asegurarme de caerle bien a ella. No quería que se lleve otra experiencia familiar negativa.
—Estarás de acuerdo entonces en que este es un asunto muy delicado que va a llevar tiempo. No podemos decírselo a Laura así como si nada. Por no mencionar que tenemos que verificar que no estés mintiendo. —Soledad se cruzó de brazos. Su tono de voz había sido un poco más agresivo de lo que pretendía que fuera.
Álvaro la miró desconcertado, y luego volvió a dirigirse a Betina.
—Disculpala. Lo que quiso decir Soledad es que para nosotros este es un proceso nuevo que nunca habíamos hecho, pero que sabemos que incluye un examen médico para comprobar el parentesco, y que lo mejor va a ser que Laura no esté enterada de esto hasta que todo esté en orden.
—Con permiso —irrumpió Soledad, poniéndose de pie y saliendo con apuro.
Mientras subía las escaleras hacia su cuarto no lograba acallar las voces en su mente que le decían que había algo malo en todo esto. Por supuesto que Laura, más que nadie, se merecía tener un final feliz con su familia; pero Betina tenía una forma de mirar que la delataba: detrás de esto habían malas intenciones. ¿O será que el estrés de estar a cargo de la dirección la estaba volviendo paranoica?
Había una sola forma de despejarse de dudas: el caleidoscopio.
Subió hacia el altillo y se acomodó entre los almohadones y las velas. Iba a tomar el caleidoscopio, que generalmente estaba en el centro del cuarto, pero no apareció allí. Revisó debajo de cada uno de los almohadones, pero tampoco estaba.
—¿Buscabas esto? —dijo su versión infantil, con el caleidoscopio en la mano.
—Dame eso que no es un juguete. Demasiado vueltera sos como para usar algo así. —Soledad intentó arrebatárselo, pero para su sorpresa, la niña lo entregó sin ningún inconveniente.
—Estás un poco alterada, ¿no? Bueno, como todos los adultos.
—Mejor no me provoques, no es un buen momento para que vengas a molestarme. Ya te dije que no me voy a ir de acá, este es mi lugar.
—¡Qué ciegos son los adultos! ¿Tanto les cuesta ver algo que tienen frente a sus ojos?
—¿De qué estás hablando?
La niña Soledad se llevó una mano a la frente, frustrada. —De Laura. ¿No te das cuenta de por qué te enojaste tanto, como si te hubieran dado una mala noticia? No es porque sospeches de Betina, es porque sabés que Laura tiene que estar con su familia… y vos también. Y nosotras también, mejor dicho. No solo eso, sino que también hay que ir adonde somos más necesitadas.
—Te equivocás. Estos chicos también son mi familia, y también me necesitan.
—Julián Carola y Tali fueron adoptados, Laura encontró a su tía, y Lucas ya encontró a su hermana. Yo diría que te necesitan más allá, en La Boca, donde muchos chicos todavía no te conocen.
Soledad se quedó en silencio, mirando por la ventanita. La niña se acercó y la tomó de la mano, indefensa.
—Sabés que tengo razón —continuó, ahora con mayor delicadeza—. Cuando antes lo aceptes va a ser mejor para todos. Los chicos de Rincón de Luz tienen que aprender a vivir sin vos, a compartirte… eso es lo que realmente es crecer, y no amargarse por todo.
Soledad pensó en el momento en que había decidido viajar a Rincón de Luz buscando justicia. En lo difícil que había sido para ella despegarse de ellos para venir hasta acá. En cómo, a pesar de que le dolía, sabía que era lo que tenía que hacer. Aunque le costara aceptarlo, ese sentimiento estaba apareciendo nuevamente en ella, y crecía cada vez más conforme iban pasando los días.
—¿Me vas a hacer caso? —preguntó la niña—. ¿Desplegamos nuestras alas y seguimos una nueva misión donde están los que estuvieron con nosotros toda la vida?
Soledad cerró los ojos un momento y respiró profundo.
—Tenés razón.
Volvió a abrirlos y observó la luz: iba a extrañar tanto este lugar.

—Voy a hacer lo que me dijiste. Tengo que dejar Rincón de Luz.

5 comentarios:

  1. cuando subis el siguiente capitulo?
    estoy muy emocionada de lo que pase con sole, y malena y lucas

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    1. hola, gracias por comentar. subo los capítulos todos los domingos :)

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  2. Anali

    pedro era un nene que yo cuidaba. saluditos y no estaria entendiendo porq todo el pais se metio en un asunto FAMILIAR. tu historia perdio toda la magia. aunque asi mejor, ya estaba grande para las novelas

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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