Capítulo 26: Las Sombras


Los autos en los que habían metido a los chicos se dirigieron todos en fila hacia una misma dirección. Estuvieron recorriendo varias calles hasta salir de la ciudad y llegar a un espacio verde que Malena y Amir reconocieron como el bosque en el cual se habían perdido durante el invierno pasado. Los vehículos continuaron por un camino derecho durante varias horas, ninguno de los chicos sabría decir exactamente cuántas, pero para cuando llegaron a destino ya había oscurecido hace mucho tiempo, y estaban tan cansados que lo único que querían hacer esa dormir.
Los bajaron uno por uno de los autos, los hicieron formar una fila, y fueron ingresando juntos hacia un ancho edificio gris que tenía un pequeño cartel con las palabras «Reformatorio Las Sombras» grabadas en él.
—No me gusta el nombre de este lugar —susurró Úrsula.
—¡Silencio! —la reprimió uno de los policías. Varios de ellos los escoltaron hacia dentro del edificio y se retiraron, dejando a los buscadores completamente solos en un lugar desconocido.
Era un cuarto rojo y oscuro, pero con la suficiente iluminación como para permitirles distinguir todas las formas y texturas, aunque sin demasiada claridad.
—No vamos a estar mucho tiempo en este lugar, chicos. —Lucas sostenía con fuerza el farol de mano que Soledad le había dado en Navidad. —Pero tratemos de portarnos lo mejor posible así no tenemos problemas. Este no parece ser un lugar donde se dicen las cosas dos veces.
Todos asintieron en silencio y una mujer extremadamente delgada ingresó por una pequeña puerta. Tenía el cabello totalmente recogido en un rodete, unos anteojos circulares de marco oscuro, y una nariz que competía con sus ojos por ver quién era más grande.
—Bienvenidos a Las Sombras, chicos. Mi nombre es Martirio, soy la directora del hogar, y… —comenzó a decir, pero Lucía la interrumpió.
—¿Hogar? El cartel dice que es un reformatorio.
—Es un hogar, pero pasa a ser un reformatorio si vos te ganás que sea así con actitudes indebidas. Una de ellas, por ejemplo, es que interrumpas a las personas antes de que terminen de hablar.
Lucas miró con intensidad a su hermana, y esta se disculpó por lo bajo, dejando que la directora continúe hablando.
—Bueno, ya que no tienen ganas de que les cuente nada más, síganme que los voy a llevar al depósito.
—¿Depósito? ¿Qué es eso? —preguntó Malena.
—Es donde van a dormir.
—Creo que se refiere a los cuartos —murmuró Amir.
—No —lo corrigió Martirio, con convicción—. Acá les llamamos depósitos.
La directora los escoltó en fila a través de un largo pasillo negro apenas iluminado y lleno de puertas. Una de ellas era particularmente más grande y de un color más rojizo que las otras. Mateo se quedó parado junto a ella, pero no por su color, sino por lo que provenía de ella.
—¿Chicos? ¿Escucharon eso? —susurró asustado.
Del otro lado de la puerta se oían voces tristes lamentándose… eran como niños sufriendo mucho dolor. Algunos gritaban, pero otros simplemente soltaban un grito inentendible lleno de desesperanza.
—Disculpe, señora directora —dijo Lucas—, ¿puedo hacer una pregunta?
Martirio volteó y caminó lentamente hacia él.
—Ya sé. Es por los ruidos que se escuchan atrás de esa puerta, ¿no?
Todos asintieron, expectantes.
—Es la puerta roja de los rebeldes. Acá llevamos a los chicos que no se adaptan a las normas del hogar —explicó—. Pero no se preocupen, nunca van a saber lo que hay adentro, siempre y cuando obedezcan todo lo que les diga.
Sintiéndose todavía más intranquilos, finalmente llegaron al cuarto. O, mejor dicho, al depósito.
Era un cuarto de gran tamaño, probablemente tan grande como la sala principal del granero, donde habían decenas de camas grises rodeadas de paredes negras con cientos de ojos pintados en ella. Adonde quiera que se mire, no se podía evitar hacer contacto visual con uno de ellos.
—¿Para qué son todos esos ojos? —Úrsula sintió que había vuelto al Pozo de los Lamentos, solo que ahora este lugar era cien veces peor.
—Es para que no se olviden de que están siendo vigilados todo el tiempo, vayan donde vayan, estén donde estén —dijo Martirio y luego agregó—: Los dejo que se acomoden y duerman. Mañana por la mañana los despierto para que cumplan con sus tareas.
—No tengas miedo, Mateo. Es solamente pintura —lo consoló Lucas.
—A lo mejor nuestros compañeros de depósito resultan ser re buenos chicos y hasta ganamos nuevos amigos —comentó Malena en un intento de generar una atmósfera más optimista. —¿Por qué no nos presentamos con ellos?
—Hola, me llamo Lucas. Nosotros somos del hogar Rincón de Luz. ¿Ustedes cómo se llaman?
Los chicos que estaban acomodados cada uno en su cama no se movieron. Ni siquiera lo miraron. Era como si no pudieran oírlos.
Finalmente, luego de varios segundos, uno de ellos respondió.
—¿No ves esto? —preguntó, sosteniendo un cartel con un número que tenía adherido a la túnica gris que se usaba como uniforme. Lucas no se había dado cuenta, pero todos los demás tenían eso también, cada uno con un número diferente.
—¿Es el orden en el cual llegaron?
—Es quienes somos. Desde que estamos acá ya no tenemos nombre. Ahora solo somos un número. Si en algún momento de nuestra vida tuvimos una palabra que nos identifique, ya no la recordamos.
El chico hablaba sin ánimos ni gracia. Era como si hubiera sido programado por una computadora para pronunciar las palabras.
—¿Qué les pasa a todos acá? Parecen zombis… —susurró Amir.
—Bueno, mejor vayamos a nuestras camas —propuso Lucas, al ver que la conversación con los números no iba a mejorar su estadía en el reformatorio.
Cuando se acomodó en su cama se tomó un momento para observar el farol de mano de Soledad. «No dejes de buscar» eran las palabras grabadas. Intentando no llamar la atención, sacó un encendedor y lo iluminó. La calidez de la luz que destellaba del farol era como un abrazo en un momento de tanta crisis como ese.
—Es la primera vez que lo veo encendido —comentó Malena, acercándose a la cama de Lucas. El resto de los chicos hizo lo mismo, hasta estar todos rodeándolo.
—Se ve muy bien, ¿no? «No dejes de buscar» dice. Yo pienso que es un mensaje de Soledad. —Lucas miró a sus amigos.
—¿Qué querés decir con eso? —preguntó Mateo.
—Que ella, de alguna manera, sabía que íbamos a tener que pasar por momentos difíciles. Pero al ver la luz siento como algo raro, ¿a ustedes no les pasa?
—A mí sí —dijo Lucía con cierta timidez—. Como que todo va a mejorar, como que a pesar de estar acá todo va a salir bien… me da eso, no sé como llamarlo.
—Se llama esperanza.

Mientras tanto, en la dirección, Martirio observaba por un monitor lo que estaba sucediendo. Aparentemente, los ojos eran más que simple pintura: además eran cámaras.
—No puede ser —se dijo a sí misma en voz alta—. Ese maldito farol está dándoles esperanza, y eso aquí está sumamente prohibido. Voy a tener que hacer algo al respecto…

Y entonces, mientras los chicos se dormían, Martirio comenzó a planificar su estrategia para deshacerse del farol para siempre… y con él, de la esperanza.

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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