Capítulo 19: Libres, o no tanto



Llegaron corriendo hacia donde estaban Clarita y el resto de los chicos tan pronto como pudieron. A Josefina se le había arruinado un poco su calzado de tanto correr, estaba segura de que nunca había avanzado tan rápido en su vida. Úrsula, habiéndose desplazado durante muchos años únicamente volando, sentía que todos los músculos de sus piernas iban a explotar.
—¡Clarita! ¡Clarita! —gritó Estrella, casi cayendo encima de Paco en el apuro. Ella, Úrsula, Mateo, y Josefina dejaron las jaulas apoyadas sobre el césped.
—¡¿Qué pasó?! ¡¿Qué es todo esto, chicos?!
—¡Es Lucía! —respondió Mateo al ver que Estrella apenas podía respirar de tan agitada que estaba.
—¡La atraparon los hombres malos! ¡La escuchamos gritar! —añadió Josefina, abrazando a su muñeca con fuerza.
—¡Les dije que no se metan! ¡Quédense acá, yo voy a buscarla! —dijo Clarita, pero antes de que pudiera dar dos pasos, Iñaki le indicó que se detenga.
—Es inútil. ¿No lo escuchan? —preguntó.
—¿Escuchar qué?
—Los pasos…

Y como si Iñaki hubiera sido capaz de ver el futuro, Lucía llegó trotando unos pocos segundos más tarde.
—¡Lucía! —Clarita fue corriendo hacia ella y la abrazó—. ¡Pensábamos que estabas en peligro! ¿Qué te pasó?
—Tuve que distraer a esos tipos para que dejen a los animales en paz —explicó—. Pero no fue difícil escaparme de ellos, estoy acostumbrada a correr por haber vivido tanto tiempo en la calle.
—¿Cómo escuchaste sus pasos desde tan lejos? —preguntó Paco—. ¿Tenés superpoderes?
—No —rió Iñaki—, en realidad me había parecido escucharlo… no estaba tan seguro hasta que uno de los animales me lo confirmó.
—¿Vos hablás con los animales? —Mateo miró a Iñaki de cerca.
—Más o menos. No es que hablemos, pero viví con ellos siempre, entonces entiendo perfectamente lo que me quieren decir. Pero no es como si fuera un idioma, ¿entendés? Y hablando de ellos, tendríamos que liberarlos. ¿Dónde está la llave de las jaulas?
—No la tenemos —admitió Lucía, avergonzada.
—¿Y entonces para qué te arriesgaste así? Los animales siguen estando atrapados, solo que sin esos hombres —señaló Amir.
—De hecho, ahora la situación para los animales es todavía peor —explicó Iñaki—: los hombres seguramente iban a venderlos como mascotas, y así iban a poder ser alimentados. Acá, solos, atrapados en una jaula en el medio del bosque, lo más probable es que mueran de hambre y frío. A no ser que se los lleven a todos como mascotas en su hogar.
Antes de que Josefina intente convencerla, Clarita se negó rotundamente. —Apenas podemos comer nosotros, no podríamos mantener tantos conejos. ¡Sería llevarlos al muere!
—No va a ser necesario —espetó Lucía, avanzando con cierto aire de superioridad hacia las jaulas—. Miren y aprendan.
Sacó un pequeño elemento punzante de su bolsillo, lo colocó en uno de los candados, y forzó su abertura, liberando al primero de los conejos, el cual Josefina reconoció como Sr. Conejo.
—¿Dónde aprendiste a hacer…? —comenzó Mateo, pero enseguida se dio cuenta de que conocía la respuesta a su pregunta—. Ah, claro. ¿Soy el único que vivió en la calle y no le sirvió para aprender nada más que no desperdiciar nunca la comida?

Esa misma noche, después de haber liberado a todos los conejos en el bosque, y de que Iñaki les asegure a todos que iban a estar bien en su hábitat, los chicos vivían sus últimos momentos antes de regresar a la ciudad. Se habían encerrado en la pequeñísima cabaña donde Clarita había recibido a Malena y a Amir el invierno pasado mientras guardaban todas las cosas para irse.
Iñaki notó a Malena triste durante todo ese día, por eso fue que la siguió cuando la vio salir de la cabaña. Al cruzar la puerta, la encontró sentada de espaldas a él, mirando el suelo que apenas era visible en la oscura noche, iluminada únicamente por la luna y la poca luz que se filtraba desde el interior de la cabaña. Iba a preguntarle qué le sucedía, pero enseguida supo por qué Malena había estado tan apagada: ese era el lugar donde había enterrado a su padre tan solo unos meses atrás.
—Lo extrañás mucho, ¿no? —preguntó, sentándose a su lado.
—Nunca pensé que se podía extrañar tanto a alguien —confesó ella—. No lo veía hace mucho tiempo, pero siento como si nunca se hubiese ido de mi lado.
—Y no lo hizo. Tampoco ahora, ¿sabés?
Malena sonrió a su amigo. —¿Ahora me vas a venir a decir que mi papá está mirándome desde el cielo? ¿Vos me vas a decir eso a mí, que sos el chico más terrestre que conozco?
—Y porque convivo con la naturaleza todo el tiempo es que sé cómo funcionan las cosas. La muerte es un misterio para todos, pero observo en las plantas y los animales que los seres vivos no desaparecen nunca. Incluso cuando no los vemos, están presentes en otras formas, de otras maneras… pero siguen ahí. ¿O me vas a decir que no sentís su presencia cada vez que estás triste?
—Bueno, puede ser. —Malena se quedó pensativa—. Sí, ahora que lo decís… a veces siento como si me estuviera acariciando, aunque es imposible. Soy re tarada, ya lo sé.
Iñaki pasó su brazo izquierdo alrededor de Malena, abrazándola. —No sos tarada. Estás aumentando tu nivel de percepción… y es normal. Porque tu papá está con vos, y lo podés sentir.
—¿Te puedo hacer una pregunta? ¿Cómo sabés todas estas cosas vos?
En ese momento la puerta de la cabaña volvió a abrirse y todos los chicos comenzaron a salir.
—Bueno, Iñaki —anunció Clarita—, otra vez llega ese momento donde trato de convencerte de que te vengas a vivir con nosotros.
—Otra vez llega ese momento donde te agradezco, pero te digo que prefiero seguir viviendo con la naturaleza —replicó él, poniéndose de pie.
—¿Nos vamos a volver a ver? —preguntó Malena, mientras Iñaki la ayudaba a pararse.
—Claro que sí. La próxima vez que vengas.
—¡La próxima vez que vengas vos al hogar! Que viniste una vez sola, cuando llegamos con los chicos, y esta vez vine yo. Es tu turno de moverte.
—Suena justo —rió Iñaki—. Hasta mi próxima visita, entonces.
—Hasta ese día. Y espero que no tarde en llegar. —Malena lo abrazó con fuerza, y en ese momento se dio cuenta de que iba a extrañar muchísimo a su amigo y salvador. No lo veía casi nunca, pero Iñaki se había vuelto muy importante para ella en muy poco tiempo, y le hubiera encantado que acepte la invitación de Clarita a vivir con ellos.

Mientras tanto, de vuelta en la ciudad, Lucas caminaba por las calles casi desiertas, bajo las pocas estrellas que brillaban en el cielo, opacadas por las nubes gruesas. Entonces llegó a destino, y estaba ahí: Rocky lo esperaba en el lugar que ambos habían acordado esa misma tarde cuando Lucas había aceptado «trabajar» con él.
Dubitativo y nervioso, se acercó.
—Hola —dijo, algo tímido.
—Al fin llegaste. ¿Estás listo?
Sin esperar que le responda, ambos avanzaron hacia el lugar que habían pautado. Ingresaron tan normalmente como pudieron, y cuando el último cliente se había ido, Rocky sacó un arma de fuego y apunto hacia la cabeza de uno de los comerciantes, gritándole amenazas y pidiéndole que le entregue todo el dinero que tenga.
No fue hasta entonces que Lucas sintió algo rompiéndose dentro suyo: se estaba traicionando a sí mismo. La desesperación por salvar al papá de Soledad lo había llevado a esto… a hacer algo que nunca en su vida había hecho, ni siquiera cuando vivía en la calle.
Obedeciendo las órdenes de Rocky, él recogió todo el dinero que el comerciante le iba entregando.
Nadia observaba desde afuera, a pocos metros de distancia, sin que ninguno de ellos lo sepa.
—¡Lucas, no! No puedo creer que hayas caído en las mentiras de Rocky… ¡Este pibe te va a arruinar la vida! Pero no voy a dejar que eso pase, te voy a salvar de esta. Vos no vas a convertirte en un chorro como él.
Avanzó hacia el comercio donde ambos estaban, pero un auto de policía la interrumpió. El vehículo estacionó frente a la puerta y de él descendieron varios oficiales.
—¡Alto, policía! ¡Baje el arma ya mismo! —le ordenó el primer oficial a Rocky, mientras le apuntaba con su propia pistola.
Lo que sucedió entonces sorprendió a todos por igual: Rocky empujó a Lucas con todas sus fuerzas, obligándolo a envestir al policía y distrayéndolo por un momento; un segundo después, él ya había logrado escapar rompiendo toda la vidriera que estaba a su lado. Algunos de los oficiales intentaron perseguirlo, pero de algún modo había logrado ocultarse entre la oscura ciudad.

Lo próximo que Nadia vio fue a Lucas ingresar en el auto policial esposado, y con una mirada muy extraña en su rostro, pero no era de miedo ni enojo: era la mirada de quien había ido en contra de sus propios ideales.

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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