Capítulo 32: Seres de luz


Álvaro regresó al hogar más tarde ese día. La casa se encontraba más solitaria que de costumbre, no se oían los gritos de los chicos por ninguna parte. Sin dudar sobre lo que tenía que hacer, se dirigió hacia el cuarto de Soledad sin encontrar ningún alma en su camino.
Al llegar allí y comprobar que la habitación estaba vacía, ascendió por las escaleras hacia el altillo que Soledad había decorado con almohadones y velas el verano pasado. Decidió que iba a quedarse a esperar allí: ese cuarto era muy acogedor y solitario, allí iba a poder hacer su duelo en paz, sin que nadie lo moleste, y al mismo tiempo iba a saber cuando Soledad se acerque para poder hablar con ella.
Notó, sin embargo, que había un caleidoscopio muy llamativo junto a él. Había escuchado algunos comentarios de los chicos sobre que era un caleidoscopio mágico, pero la sola idea de algo sobrenatural en su casa le pareció digna de echarse a reír. De todos modos, solo por curiosidad, lo tomó y miró a través de él, apuntando hacia la pequeña ventanita redonda.
Al comienzo vio lo que esperaba ver: colores y formas que se desplazaban al azar. Grande fue su sorpresa cuando, unos segundos más tarde, las formas comenzaron a transformarse en figuras que los colores terminaban de diferenciar entre sí. Vio entonces a un joven de su edad,  vestido con la ropa que él solía vestir, en un ambiente lleno de luces que brillaban y lleno de otras personas; algo así como una fiesta.
El joven bailaba sin control, cada vez más agitado, parecía que estaba a punto de estallar; sin embargo no se veía un mínimo indicio de sufrimiento en su rostro: al contrario, parecía como si disfrutara de su propia destrucción; como si eso fuese lo mejor que le pudiera estar sucediendo en ese momento.
Álvaro logró predecir en ese momento lo que sucedió: el joven estalló en mil pedazos, y estos volaron por todo el espacio, para volver a formar una figurada humana en otro ambiente: un fondo totalmente negro y vacío. El opuesto a las múltiples luces de colores del ambiente anterior.
«¿Qué me pasó?» Dijo el joven. Un grupo de personas totalmente blancas, cuyas facciones no se distinguían, sino que parecían más bien nubes de luz, se acercó a él.
El joven los miró asustado al principio, pero luego reaccionó con violencia: comenzó a apartarlos y a empujarlos a todos. Cuando uno le ofrecía su mano, intentaba arrancársela. Cuando uno se quedaba quieto, lo empujaba. Continuó así por varios minutos, aunque a Álvaro le pareció que fue solo un instante, hasta que se detuvo. El joven comenzó a iluminarse también, pareciéndose cada vez más a los «seres de luz gaseosos» que se habían acercado a él. Entonces tomó de las manos al más grande de ellos, y este tomó de la mano al segundo más grande, quien a su vez tomó la mano del que le seguía en tamaño, y así sucesivamente hasta que todos formaron un gran círculo de iluminación que logró cambiar el fondo totalmente negro por un fondo blanco.
—Así que acá estabas.
La voz de Soledad ingresando al cuarto lo distrajo, y dejó el caleidoscopio de regreso en el suelo.
—Perdón, no sabía que estabas con el caleidoscopio —se disculpó Soledad—. Te estuve buscando por todo el hogar y este era casi el único lugar que faltaba.
—Este aparato… es realmente increíble. ¿Por qué no me dijeron los chicos y vos que era real? ¡Hace magia!
—No es magia. Lo único que hace el caleidoscopio es permitirte ver en el interior de tu corazón. ¿Cómo estás? Ya me enteré de lo que pasó, lo siento muchísimo.
—Y yo también… pero por algún motivo, haber visto por ese caleidoscopio me hizo sentir mejor.
—No es que quiera arruinarte el momento, pero vas a tener que bajar.
¿Por qué? ¿Qué pasó? —preguntó Álvaro un poco asustado. Lo último que necesitaba era tener más malas noticias.
—Tu abuela está acá.
Sin mediar más palabras, Álvaro descendió las escaleras con una sola cosa en mente: lo que había visto. Hasta alguien con una mente tan cuadrada como la suya había discernido que esos seres de luz eran Soledad y los chicos, quienes habían llegado a iluminar su vida en el peor de los momentos. Su abuela había venido a arrebatárselo todo, pero no iba a permitirlo. Iba a ponerla en su lugar.


—Va a ser mejor que ni lo intentes —le dijo, sin siquiera saludarla, al llegar a la sala principal.
¿Esa es manera de saludar a tu abuela después de tanto tiempo sin verla? —se quejó ella, ofendida.
Álvaro se dio cuenta entonces de que gracias a su abuela es que él había dejado su vida de fiestas continuas y había viajado a Argentina a fundar un hogar de niños huérfanos; incluso fue gracias a ella que ese orfanato pasó de ser una farsa a un hogar real. —Tenés razón, perdoname… —Besó su mejilla y le dio un abrazo.
—Así me gusta más —agradeció ella.
—Antes de que empieces… sé lo que vas a decir —se adelantó él—. Y la respuesta es no. No voy a dejar a Soledad, porque ella acá es la víctima de la historia.
Álvaro, yo entiendo que los sentimientos a veces pueden hacerle creer a uno cosas que no son ciertas, pero no podés seguir viviendo en una nube de fantasías. Ibiza ya quedó atrás, este es el mundo real, y todas las pruebas apuntan en contra de tu celadora.
—Es porque fue hecho de esa manera, alguien lo planeó. Alguien arruinó la vida de Soledad allá en La Boca, ensució el nombre de tu empresa con eso, y ese alguien es Juan Ignacio.
Victoria se rió como si le hubiesen contado el mejor chiste del mundo. —¡Juan Ignacio! Es mi mejor empleado, ¿sabías? O mejor dicho, mi mejor socio. ¿Qué pruebas tenés para realizar una acusación tan grave contra alguien tan brillante?
—Lucas me lo dijo. Él se dio cuenta solo.
¿Lucas? ¿Uno de tus huérfanos? ¿Cómo se pudo haber «dado cuenta»?
Él es el más grande de los chicos, tiene trece, y es además el más perceptivo. De hecho, es la persona más perceptiva que conozco. Y cuando me lo dijo, yo lo vi también: Juan Ignacio casi se echa a reír cuando estuve a punto de expulsar a Soledad, y ella me confesó que además fue chantajeada por él para pasarle información mía.
—O sea que ponés la palabra de un chico de trece años, que ni siquiera oyó nada, por encima de la de un honorable hombre de negocios. No me extraña que hayas elegido a Juan Ignacio para salvar el pellejo de tu novia, siempre tuviste algo en su contra.
—Siempre fue tu preferido… hasta lo quisiste más que a mí, que soy tu propio nieto —se quejó Álvaro.
¿Vos te pensás que yo no sé que todo esto del hogar fue una farsa? ¿Por qué te pensás que te di tu parte de la herencia en cuotas y no toda junta? ¿Por qué creés que aquel día te cité aparte e hice tantas preguntas sobre el funcionamiento del hogar?
—Vos… ¿ya lo sabías? —preguntó Álvaro con sorpresa.
—Por supuesto que lo sabía. Pero también veo que eso ya pasó, que ahora te tomaste este proyecto en serio. Incluso veo que, a pesar de lo que haya querido hacer, esa Soledad te ayudó a dejar atrás tu vida de adolescente fiestero.
¿Eso significa que no vas a iniciar cargos contra Soledad?
—No —lo corrigió su abuela—. Eso significa que voy a permitirte que sigas con ella, como dije por teléfono, pero siempre y cuando dejes a alguien a cargo de este hogar.
Álvaro comenzó a ponerse furioso. —Ya te dije que ni yo ni Soledad nos vamos a ir de esta casa, quieras o no. Y, con todo respeto, abuela, vos no sos nadie para decirme con quién puedo y no puedo salir.
—Mirá, Álvaro… si vos no hacés lo que te digo y alejás esa mujer de este hogar… eso va a ser muy negativo para la empresa. Voy a tener que tomar medidas drásticas y retirarte el financiamiento del hogar. El resto de tu herencia va a ir a parar a Juan Ignacio como había pensado originalmente.
—Hacé lo que quieras —replicó Álvaro, con un tono de voz más elevado—. Si voy a tener que trabajar para mantener el hogar, entonces lo voy a hacer. Si tenemos que hacer recortes, los vamos a hacer también. Pero Soledad de acá no se va.
¡Se acabó! —gritó Victoria, perdiendo la paciencia—. ¿Sabés qué? Te iba a dar otra oportunidad. Iba a aceptar unas disculpas de Soledad… pero me cansaste. ¡Me cansaste, Álvaro! ¿Sabés lo que lograste con tus caprichos de adolescente que tenés con esa mujer? ¡Voy a iniciar cargos en su contra quieras o no!
—Vos no harías eso.
—Sí, lo haría. Tendría que haber escuchado a Juan Ignacio desde el principio, pero veo que me equivoqué. Él siempre me dijo que la presencia de esa mujer no era buena para vos, y yo como una idiota pensé que si mi nieto era feliz, entonces yo también. Si para fin de año esa mujer no está fuera no solo del hogar, sino de la ciudad y de vos, voy a enviar a la policía a que la detengan y posteriormente la lleven presa. ¿Me escuchaste?
Álvaro no respondió al instante. Se tomó un momento para procesar lo que escuchaban sus oídos, sin poder creerlo. —Sos… —comenzó, sin atreverse a finalizar.
—Feliz navidad —dijo entonces su abuela a modo de despedida; luego dio media vuelta y se retiró del hogar. De su casa, ya que legalmente el edificio le pertenecía a ella.

Y Álvaro, habiendo perdido a su madre, no estaba dispuesto a perder a la segunda mujer más importante de su vida. Iba a luchar por ella sea como sea.

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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