Capítulo 31: Un problema menos


Entonces, al día siguiente, el momento tan esperando por los chicos —y especialmente por Lucas— llegó. El Dr. Caride se presentó en la puerta y anunció a María Julia —quien lo había atendido y con quien cada vez era más cercano— que venía a retirar a su hijo del hogar. Para siempre. Sebastián iba a volver a vivir con él.
—Creo que todo este tiempo ya fue suficiente castigo, ¿no? —preguntó, curioso por saber qué pensaba la directora de aquel hogar.
—Sebastián es un chico adorable. Además ya casi es navidad, y es mejor que en esta época uno esté apegado a su familia. Ese es el sentido de estas fechas. Lo acompaño hasta su cuarto.
Cuando abrieron la puerta del cuarto de los varones, Sebastián ya tenía todas sus maletas hechas.
—Ah… ¿ya sabías que te ibas? —preguntó María Julia algo confundida. Ella era la directora, se suponía que debería estar al tanto.
—No falta nada para navidad. Era obvio que no iba a estar más acá —replicó Sebastián con desinterés.
—Qué chico tan encantador —exclamó en respuesta la directora mientras acariciaba su pelo. Sebastián respondió a ese gesto con una expresión de fastidio y los ojos entrecerrados.
—No te preocupes, no te vamos a extrañar —anunció Amir.
¡Respeto con el niño Caride! —ordenó María Julia.
—Pero Amir tiene razón, Sebastián no hizo más que hacernos la vida imposible todo este tiempo —lo apoyó Lucas.
¿Eso es verdad? —preguntó Caride sin comprender, y luego se dirigió a María Julia—: ¿Debería dejarlo más tiempo?
¿Qué? ¡No! —Lucas se acercó a toda velocidad hacia Caride. —Mire, usted me cae muy bien, pero su hijo lamentablemente no es tan bueno como usted. Y tenerlo acá un segundo más sería más un castigo para nosotros que para él, se lo aseguro.
¿Para tanto…?
—No le haga caso, Dr. Caride —intervino María Julia con una gran sonrisa que Lucas nunca había visto antes—. Usted sabe cómo son los chicos: se pelean y al otro día son los mejores amigos. ¡Ay, la juventud!
—Pero Lucas nunca fue un chico mentiroso. Si dice eso es porque realmente debe haber hecho algo mi hijo. Sebas, ¿vos molestaste a los chicos mientras estuviste acá?
¡Nada que ver, pá! Nos llevamos re bien, ¿o no?
¡NO! —respondieron todos a la vez.
—Me parece que este castigo que te impuse no fue suficiente —razonó Caride.
¡No, por favor! ¡Lléveselo, no queremos verlo más por acá! —le rogó Lucas.
—No se preocupen, chicos. Ya veo que dejarlo acá no sirvió de nada, parece que voy a tener que imponerle un castigo peor.
¡¿PEOR?! —gritó Sebastián.
—Sí. Unos meses en la casa de tu tío en Suiza te van a venir muy bien para que pienses en lo que hiciste.
¡Pero…! ¡Eso es injusto! ¡No quiero ir a la casa del tío! ¡Y no quiero ir a Suiza!
—Sin «peros», Sebastián. Vas a pasar unos meses en Suiza quieras o no. Y más vale que cuando vuelvas vea un cambio en vos, sino esos meses van a convertirse en años.
El resto de los chicos aplaudió en apoyo a Caride.
¡Eso!
¡Así se hace!
¡Para que aprendas!
Sebastián estaba tan rojo de la bronca que parecía a punto de estallar. Lucas se estaba preparando para que en cualquier momento salte encima suyo y lo ataque, pero sucedió algo que tomó por sorpresa a todos: Sebastián se echó a llorar. Y no era un llanto cualquiera, lloraba como una nenita, gritando con una voz aguda producida por los sollozos que nunca antes habían oído ninguno de los chicos.
¡No quiero ir a Suiza! ¡No quiero! ¡No quiero! —gritaba con su voz chillona, agitando los brazos como un bebé. De repente ya no se veía amenazador ni siniestro como solía hacerlo, sino ridículo y gracioso.
¡Vas a ir y punto final! —sentenció su padre finalmente tomándolo del brazo, cerrando la puerta, y dejando al resto de los chicos riendo como no lo hacían hace tiempo.


Sin embargo, el ambiente de felicidad que últimamente era raro en el hogar no duró mucho: como era esperado por los sucesos recientes, las malas noticias no demoraron en presentarse.
Unas horas más tarde María Julia había llamado a Soledad para que pase a su oficina, argumentando que tenía algo muy importante que anunciarle. Por los ojos rojos de María Julia, evidenciando que había estado llorando, Soledad se imaginó lo que iba a suceder: iba a decirle que su madre la obligó a despedirla y que tenía que irse lo antes posible si no quería ir presa. O en el peor de los casos, que la policía ya estaba en camino.
Muy grande fue su sorpresa cuando oyó lo que María Julia tenía para decirle.
—Hace unas horas recibí un llamado de mi mamá, Victoria. Llamó para avisarme que mi hermana, la madre de Álvaro, falleció cerca del mediodía.
Soledad tapó su boca con las manos. —María Julia… cuánto lo siento… —le dijo, tomando sus manos por sobre el escritorio en señal de apoyo.
—No te preocupes, nunca fuimos cercanas —dijo con un aire de amargura en su voz—. Es hasta curioso, ¿sabés? Mis hermanas y yo, las tres, siempre fuimos mundos diferentes. Desde chica siempre nos odiábamos mutuamente y competíamos por ver quién era la más querida por mamá. Como crecimos sin un padre, eso fue siempre muy importante para nosotras.
—Debe haber sido muy duro.
—Lo fue. Pero no te preocupes, ya estoy acostumbrada a perder a la gente que quiero. Primero me dejó mi marido, después falleció mi mejor amiga a la cual quería como a mi hermana del corazón, y ahora mi hermana de sangre —dijo reflexiva, mirando el borde de su escritorio con melancolía—. A veces pienso que… ¿Por qué ellas dos? Yo siempre fui la malvada, la que hizo las cosas mal, la siniestra…
—No digas eso nunca más. —le ordenó Soledad con seriedad, y luego agregó—: Vos cambiaste mucho. Desde que la muerte tocó tu vida sos una persona diferente. ¿Te acordás lo que eras cuando llegaste al hogar? Les hacías la vida imposible a los chicos, buscabas descargar en ellos la frustración y el resentimiento que llevabas adentro. Ahora ya te diste cuenta de la gravedad de tus actos. Además yo nunca me voy a olvidar que vos pusiste tus fichas en mí, incluso cuando ni siquiera Álvaro lo hacía. Gracias a vos es que hoy puedo estar acá, y anoche quedó más que claro que tengo que agradecértelo más que a cualquiera.
—No tenés nada que agradecerme.
—Hablando de Álvaro, ¿cómo está él?
—Como puede. Él tampoco era muy cercano a su mamá, pero tampoco tiene padre, lo que significa que…
…lo que significa que ahora es huérfano —la ayudó a terminar la frase Soledad—. Como los chicos.
—Sí, supongo que sí. Por cierto, hay algo más que debo decirte. Me temo que también son malas noticias.
¿Qué pasó? No me asustes…
—Mamá habló con Álvaro y no tuvo piedad para nada por la muerte de su madre. Ni siquiera sentí en su voz dolor por la muerte de su hija. A lo mejor no nos quiere… En fin, dijo que vas a tener que irte de este hogar. No quiere tu nombre asociado con nada de la familia Del Solar en lo profesional. Sin embargo, dijo que no tiene ningún problema ni va a impedir que te relaciones sentimentalmente con Álvaro. Solo pide que te alejes del hogar para siempre y lo veas en otra parte.
—Pero, eso no puede ser, no me puede hacer elegir entre los chicos o Álvaro.
—Pienso lo mismo que vos, pero mi mamá es así. La única manera de que sigan juntos sería dejar a alguien a cargo del hogar e irse a vivir juntos a otra parte lejos de aquí.
—Eso nunca va a pasar. Yo nunca voy a abandonar a los chicos por nadie —espetó Soledad con seguridad, elevando la voz.

—Lo sé, querida, lo sé… por eso mismo te aviso con anticipación. Álvaro y vos van a tener que empezar a pensar un plan. Y rápido.

2 comentarios:

  1. Siempre me dejas con la intriga!!
    sé que no he comentado ultimamente, pero siempre leo los capítulos, me han encantado todos y me pregunto que pasara ahora con los chicos??

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    Respuestas
    1. muchas gracias :D en los próximos tres capítulos (los finales) vas a tener todas las respuestas, no te preocupes

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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