Capítulo 30: Buscando respuestas


Todavía recordaba perfectamente la primera vez que había llegado a ese cuarto que le habían asignado. Estaba vestida como Mencha y, casi automáticamente, lo primero que hizo fue subir por las escaleras que llevaban al pequeñísimo cuarto con una también pequeñísima ventana. Recordaba que, tan solo con verlo, supo qué destino le iba a dar a ese espacio: compró el caleidoscopio en una feria artesanal, y decoró con velas y almohadones todo el cálido lugar.
Ahora estaba allí, sentada en un almohadón frente a Álvaro, iluminados únicamente por la luz lunar que se filtraba a través de la ventanita. Sostenía el caleidoscopio con fuerza, como si estuviera llenándola de valor para hablar.
—Tenés cinco minutos
—anunció Álvaro con firmeza, pero sin ser capaz de mirarla a los ojos.
Antes de empezar a hablar, ella miró hacia la ventanita: la noche estaba más estrellada que nunca. Luego dirigió su mirada hacia Álvaro, quien seguía evitando el contacto visual, y comenzó a explicar: —Lo primero que quiero que sepas es que nada de lo que siento por vos fue una mentira ni un engaño. Es totalmente auténtico, yo te amo de verdad.
¿Para qué viniste acá? ¿Qué buscás? ¿Destruirme a mí y a mi familia?
—Nada de eso. Las cosas no son como parecen. Sí, no vine a Rincón de Luz solamente para buscar trabajo, no me fui de mi ciudad y de mi vida para nada… Lo que hizo tu familia fue horrible, por culpa de ellos perdí a mi mamá y casi a mi papá, cuando tuve que viajar hace poco fue porque tuvo una recaída grave y ni siquiera podía levantarse de la cama ni hablar, pero eso no significa que haya venido a vengarme. Ni a hacer algo malo. No vine con malas intenciones.
¿Ah, no? ¿Y entonces a qué viniste? ¿A felicitarme?
—No. Vine a averiguar la verdad. Quiero saber qué fue exactamente lo que pasó, por qué un negocio terminó tan mal, por qué tuvo tantos malos resultados.
—No hay mucho para averiguar, las negociaciones a veces no salen como uno espera.
—No es así, Álvaro. No te dejes engañar. Acá hubo algo turbio, hubo algún chanchullo, una estafa. Lo que quiero saber es quién fue responsable por eso, y que pague por lo que hizo.
—Estás hablando de mi familia —dijo Álvaro, ofendido.
—No sé de quién estoy hablando, no digo que todos en tu familia sean unos estafadores, pero alguien en esa empresa tuvo malas intenciones, y tengo que averiguar quién.
—No todos en la empresa son de la familia, algunos de los puestos más importantes los ocupa gente ajena.
¿Ves? Capaz ni siquiera tiene nada que ver el apellido Del Solar… capaz no tenemos por qué estar separados.
—Pero igual me mentiste —le recordó él.
—No te mentí, te oculté la verdad… y sé que no estuvo bien, por eso te pido disculpas.
Álvaro por fin se atrevió a mirar a Soledad a los ojos. Ella pudo ver entonces que había algo de brillo en su mirada.
—No sé si pueda perdonarte.
—Sé que no va a ser fácil, pero te pido por favor que lo intentes.
Soledad estaba a punto de entregarle el caleidoscopio para que mire a través de él, pero no pudo ni siquiera mostrárselo porque Lucas los interrumpió subiendo al cuarto.
¡Álvaro! ¡Ella no tiene la culpa! ¡El que hizo todo fue Juan Ignacio!
¿Qué? —preguntaron ambos a la vez.
—Sí, Juan Ignacio, está acá abajo… fue él el responsable de toda la estafa, él hizo todo para quedar bien con tu familia —explicó Lucas, agitado, casi sin poder respirar. Había subido corriendo.
¿Él te lo dijo? —preguntó Soledad con preocupación.
—No, no me lo dijo. Pero tenés que ver la actitud que está teniendo ahora allá abajo… no aguanta más las ganas de echarse a reír. Es más que obvio que todo lo planeó él.
—Esperá… ¿Juan Ignacio está acá? ¿Ahora? —lo interrumpió Álvaro.
—Sí, está con esa mujer que es hermana de María Julia. Creo que se llamaba Diana.
¿Qué hacen ellos acá? —se preguntó Soledad.
—Es que… hay algo que no te dije —comenzó Álvaro—. En el momento del enojo llamé a la empresa para que vengan a hacerse cargo. Perdón.


Los tres bajaron rápidamente a la sala principal. Todavía estaban los chicos vestidos con sus pijamas, cerca de la puerta. En el centro, de brazos cruzados, estaban Diana y Juan Ignacio. María Julia, probablemente sin ánimo de ver a las dos personas con las que peor trato tenía, había regresado a su oficina.
—Soledad no se va a ningún lado —anunció Álvaro, y luego agregó—: Si hay alguien que está mal acá es Juan Ignacio.
¿Vos me estás haciendo una broma, Álvaro? —lo interceptó Diana—. Me llamás a estas horas de la noche y me hacés venir hasta acá diciéndome que nos encarguemos de tu celadora, ¿y ahora le echás la culpa a uno de nosotros? ¿Vas a defender a esta mujer que intentó atentar contra nuestra familia?
—Juan Ignacio no es uno de nosotros. Él ya no es de la familia, ya no está casado con María Julia, y fue por su culpa que una familia de La Boca fue destruida. Hizo todo eso para quedar bien con la abuela.
—No sé de qué está hablando —se defendió el hombre. Sin embargo, cuando Diana dejó de mirarlo y continuó hablando con Álvaro, éste le esbozó una sonrisa burlona que todos los presentes (a excepción de Diana) pudieron ver.
¿Lo viste? —preguntó Álvaro, sorprendido—. ¡Acaba de reírse! ¡Se está burlando, Diana! ¡Es increíble!
—Te voy a pedir por favor que no seas infantil, mi tiempo no está para manejarlo de esa manera.
En ese momento salió de su oficina María Julia, caminando con una seguridad claramente fingida.
—Escuché todo, y Álvaro tiene razón. Conozco tanto a Juan Ignacio como a Soledad, y si me dicen que uno de los dos fue capaz de estafar, ni siquiera dudo sobre el culpable.
—Por favor, María Julia, no estamos para tus estupideces y caprichos de adolescente. Los problemas personales que hayas tenido con él, dejalos fuera de todo esto —le ordenó Diana.
—Creo que tendríamos que llamar a la policía —propuso Juan Ignacio.
¡Sí! ¡Así te llevan preso! —exclamó Lucas.
Soledad, por su parte, se veía preocupada. Sabía que si llamaban a la policía, Álvaro no iba a poder defenderla: todas las pruebas iban en su contra.
—No podemos hacer eso… —admitió Diana, y luego agregó—: Es una decisión muy importante involucrar a la justicia en esto, tengo que consultarlo con mamá antes. Afectaría mucho la imagen de la empresa.
—Pero, Diana… ¡Es una conspiradora! —insistió Juan Ignacio.
—Te dije que no puedo. Pero no te preocupes, no va a ser así por siempre —le explicó, y luego se dirigió a Álvaro y a Soledad. —Mamá va a volver esta semana de sus vacaciones, y no duden que voy a ponerla al tanto de todo lo que está pasando en este hogar. Den por sentado que en cualquier momento va a ingresar un oficial de policía a detenerte a vos, Soledad. Vámonos —le ordenó a Juan Ignacio, y ambos se dirigieron a la puerta.
—La abuela nunca se pondría en mi contra —dijo Álvaro.
—Victoria siempre se puso en tu contra. Esto del financiamiento del hogar fue solamente un capricho para tratar de que dejes de comportarte un adolescente por un tiempo, fue su manera de dominarte. Pero no dudes que va a usar todo su poder para que se haga justicia con esta mujer que quiere hacer vaya a saber uno qué cosa con nosotros. ¿Les doy un consejo? Vayan buscando un buen abogado. Buenas noches —dijo finalmente, y cerró la puerta.

Después, todo fue silencio.

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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