Capítulo 29: Tan triste, tan esperanzador (Final de temporada I)



Después de su inconveniente con Sebastián, Lucas regresó al hogar alteradísimo, aunque un poco más calmado que lo que había estado en la residencia Caride.

—¿Qué cree que está haciendo de vuelta tan rápido? —le dijo María Julia, severa, cuando cruzó la puerta y se dejó caer sobre el sillón de la sala principal.

—Caride me pidió que volviera —le contestó Lucas, sin mirarla.
María Julia iba a pedirle que continúe con la limpieza en el hogar, pero cuando abrió la boca para hacerlo, sucedió algo fuera de lo común. Vio cómo los ojos de Lucas estaban repletos de lágrimas, y no solo eso, su mirada apagada reflejaba una decepción y una tristeza inmensa. Quizás haya sido porque la muerte de su mejor amiga la había dejado sensible pero, sin saber exactamente cómo, María Julia sintió una especie de dolor en el pecho cuando vio a Lucas tan destruido. Su corazón estaba sintiendo, después de muchísimo tiempo, algo de compasión.
Esos nuevos sentimientos hallados la llevaron a pedirle al resto de los chicos, y principalmente a Álvaro y a Soledad, que acompañen y consuelen a Lucas por lo que sea que le esté pasando. Dos horas más tarde, se estaba maldiciendo a sí misma en voz baja por lo que ella llamaba un «momento de debilidad e idiotez».
Todos, a excepción de María Julia, estaban sentados o parados alrededor de Lucas. Algunos en el sillón, otros en el suelo, y otros por detrás. Lucas les había contado detalles de lo sucedido: desde la confesión de haber perdido a su hermana menor, hasta cuando había descubierto cómo Sebastián se había aprovechado de eso para burlarse.
—¿Y cómo se enteró Sebastián el tema de tu hermanita? —había preguntado inteligentemente Álvaro.
—No sé. A lo mejor escuchó cuando lo contaba. Es un psicópata, no me sorprendería que haya estado escuchando detrás de la ventana desde el día en que llegamos al hogar.
—Sabés que en realidad no es su culpa, ¿no? Él es así de malo porque los adultos fueron malos con él —le explicó Soledad.
—Basta, Sole. No me interesa saber cómo se volvió así. Me interesa que pague por lo que hizo. Que se haga justicia.
Tali, conmovida, miró con complicidad a Úrsula. Esperaba que con magia ambas puedan hacer algo, pero Úrsula le devolvió una mirada no muy convincente. Probablemente había leyes del mundo mágico que le impedían interferir de esa manera con los humanos. O no había un hechizo válido para torturar ni encontrar gente perdida. «La magia tiene límites» repetía Úrsula siempre.
—¿Tu hermanita vivió encerrada toda su vida como yo? —preguntó Laura con inocencia.
—No, toda su vida no... cuando se la llevaron nunca más la vi. No sé qué fue de ella.
—Esa familia definitivamente tiene algo contra nosotros... entre él y su hermana nos viven queriendo hacer la vida imposible —observó Julián.
—No te preocupes, Lucas. Con Juli y Menti vamos a ir y le vamos a romper la cara a Sebastián hasta que te pida perdón de rodillas —se ofreció Mateo.
—No. Ustedes no van a hacer nada. Esto lo vamos a resolver de forma pacífica. La violencia no se soluciona con más violencia —objetó Soledad.
—¿Y entonces qué hago? ¿Canto cancioncitas mientras él se me ríe en la cara por lo que me hizo?
—Tratá de enfriar un poco tu cabeza, Lucas. Pensá: ¿Qué pasaría si cada vez que alguien hace algo malo, el otro le devuelve algo peor? Así cada vez la violencia sería más fuerte. El mundo estaría lleno de guerras. La paz no existiría.
—No necesito que todo el mundo se meta en esto. La única manera de que Sebastián sobreviva va a ser que me traiga a mi hermana ya mismo.
—No te preocupes, Lucas. Seguro que tu hermana está bien, y que te está buscando —lo consoló Carola.
Soledad no podía evitar pensar que, si Malena estuviese ahí, Lucas podría al menos recuperar su sonrisa.
—¿Saben qué es lo que más me molesta de todo esto? —comenzó Lucas—. Que por un momento pensé que todo esto era verdad. Qué iluso fui, ¿no? Pensaba que mi hermana iba a encontrarme, que la iba a invitar a vivir acá. Ahora veo que me equivoqué muchísimo al pensar que iba a poder ser feliz. Nunca la voy a poder encontrar.
—No digas eso... —le pidió Soledad.
—Es la verdad —replicó Lucas con tristeza, y corrió escaleras arriba. Julián y Mateo lo siguieron.
En ese preciso instante, Álvaro se miró con Soledad. Sin decir nada, sin mediar palabra alguna, ambos supieron exactamente que estaban pensando lo mismo: ahora que lo sabían, no iban a descansar hasta encontrar a su hermana de vuelta con él.
En ese momento alguien golpeó la puerta. Álvaro fue a abrir e hizo pasar al Dr. Caride. Ingresó con pasos firmes, y ante la mirada ofendida de varios chicos, supo que debía ir directo al grano.
—Vengo a disculparme con Lucas. Pude corroborar que tenía razón con lo que me decía de Sebastián —anunció.
Los chicos se miraron entre sí. Algunos sonrieron.
—¿Cómo se dio cuenta? —preguntó Álvaro.
—La forma de escribir, el papel... todo coincidía. Esas hojas son de mi oficina, y esa es la redacción de mi hijo. ¿Podría pasar a hablar con Lucas?
—No hace falta, ya escuché todo —intervino desde el último escalón, agachado.
—Lucas... te pido mil disculpas por lo sucedido, y te prometo que...
—No me interesa —lo interrumpió—. Usted no tiene la culpa, y una disculpa no me va a devolver a mi hermana.
—Está bien, tenés razon. En cuanto a lo primero, te aseguro que Sebastián va a ser debidamente castigado; y en cuanto a tu hermana... voy a hacer todo lo posible por ayudarte a encontrarla. Yo no tenía idea, Lucas...
—No se moleste. Nunca la voy a encontrar.
—No digas eso, Lucas —intervino Soledad.
—Dejalo, que se descargue... —dijo Caride por lo bajo—. Mañana van a venir algunos de mis hombres a hacerte preguntas sobre ella. Si querés podés contestarles, sino no hay ningún problema... y si tenés alguna foto sería muy útil también.
—Como quiera —replicó Lucas, y volvió al pasillo dando un portazo. No lo admitía, pero tanto Mateo como Julián lo conocían lo suficiente como para saber que finalmente a Lucas le volvía la esperanza al cuerpo.


Por más que insistieron, no pudieron convencer a Iñaki de que los acompañe hasta el granero de La Boca con ellos. Si bien consideraba que de verse obligado a vivir en la ciudad, ese sería el lugar que escogería, aún así no podía compararse con la naturaleza en su máximo potencial: el bosque. Sus visitas periódicas ya eran más que suficiente.
Malena y Amir llegaron tan cansados en el auto de Clarita, y era tan tarde (un poco después de la medianoche) que no pudieron observar demasiado detalles del lugar. Sin embargo, lo primero que pidió Amir fue que lo dejaran bañarse. Malena pidió lo mismo, pero debido a sus costumbres reales (las cuales mantuvo ocultas de Clarita), le cedió el primer turno a él.
La única impresión que Malena pudo asimilar sobre el granero, es que no tenía ni idea de por qué le llamaban así: no había un solo grano por ninguna parte. Ni siquiera en la gran cocina, lugar donde se había sentado con Clarita a tomar otro té para descansar. El único patrón en común que había notado en los pocos cuartos que había pasado, era el predominio del color marrón y la presencia de plantas. Muchas.
—¿Y? ¿Cómo se está portando Sole allá en Rincón de Luz? —le preguntaba Clarita, intentando sacar conversación.
—Bien. Todos la queremos mucho... pero Álvaro la odiaba, así que tuvo que hacerse pasar por otra persona al principio. Cuando descubrió la verdad se re enojó, pero ahora creo que ya se amigaron porque se están llevando un poco mejor.
—Veo que su forma de conectar con los chicos es la misma en todos lados. Acá también es muy querida por todos, aunque creo que no son tantos como allá.
—¿Te puedo preguntar algo? ¿Por qué Soledad dejó su propio hogar para ir a Rincón de Luz? —Malena nunca se había preguntado eso, pero al oír a su amiga hablar tan bien de ella, la curiosidad la dominó por completo.
—Bueno, es que no puede quedarse tanto tiempo en un mismo lugar... ella es como un ángel. Va, mejora las vidas de la gente, y después busca un nuevo lugar donde ayudar —le explicó Clarita, pero al ver la expresión de Malena añadió—: No, eso no quiere decir que los vaya a abandonar a ustedes también. Es decir, a nosotros no nos abandonó tampoco. Hablamos por teléfono con ella todo el tiempo, y cada tanto viene a visitarnos. No es que se agotó y se escapó, ¿entendés?
—Sí, creo que sí... —contestó Malena no muy convencida. No le gustaba cómo sonaban esas palabras, pero extrañaba tanto a Soledad que no podía desconfiar de ella.
En ese momento una chica ingresó por la puerta. Caminaba con un paso torpe, llevándose por delante una de las sillas. La chica tenía pelo castaño desprolijo y estaba vestida con una campera de jean y un sombrero marrón con plumas.
—¡Clarita! ¡Volvistes, piba! ¡Cuando te vas a hacer esas caminatas al bosque me agarra un...! —gritaba mientras entraba, ignorando completamente que ya era más de medianoche y probablemente los chicos estaban durmiendo. Al ver a Malena, se detuvo y bajó un poco su tono de voz—. ¡Hola, piba! No sabía que teníamos visitas —saludó con simpatía, estrechando sus manos—. Yo soy Nadia, tengo catorce años, ¿y vos?
—Yo me llamo Malena, tengo once. Bueno, casi doce... mañana es mi cumpleaños. Técnicamente hoy, porque ya son las doce.
—¿Por qué no me habías dicho? ¡Feliz cumpleaños, Male! —la felicitó Clarita.
—¡Feliz cumple, piba! ¡Un gusto, che! —Nadia hizo lo mismo.
—Gracias.
—Ella es una de las chicas que vive en el hogar donde trabaja Sole ahora. La encontré en el bosque, se había perdido. Mañana a la mañana la llevo de vuelta a su hogar. Vamos a tener que viajar hasta su ciudad —explicó Clarita.
—¡No, piba! ¡Qué garrón perderse en un bosque! ¿Cómo sobrevivistes?
—Bueno, es una larga historia... no estaba sola, igual. Él estaba conmigo —dijo Malena mientras Amir ingresaba por la puerta también, con el pelo algo húmedo. Clarita lo presentó a él también. Le preguntaron un poco por su pasado, pero evadió las preguntas argumentando que tenía demasiado sueño y prefería irse a dormir en ese momento. Nadia lo guió a un cuarto con una cama de dos plazas y lo dejó dormir ahí. Malena, después de bañarse, fue a dormir a la misma cama.
Era agradable por fin estar a salvo, abrigada, limpia, y principalmente con la certeza de saber que al día siguiente iba a partir nuevamente a Rincón de Luz. Sin embargo, había un pequeño detalle que no la dejó descansar totalmente: Amir estaba durmiendo a pocos centímetros de distancia, en la misma cama. Había dormido junto a él muchas veces en el bosque, pero no era lo mismo sobre un colchón. Se sentía incómoda, y más junto a alguien tan atractivo como Amir, así que varios minutos después decidió despejarse un poco caminando por esa casa que aún le era desconocida. Quería aprovechar para conocer mejor el hogar de Soledad.
Estuvo a punto de entrar a la cocina para verla con mayor detenimiento, pero se paró en seco frente a la puerta al escuchar voces hablando por dentro. No quería interrumpir.
Se trataba de Clarita y Nadia. Aparentemente todavía seguían tomando té.
—Tené un poco más de cuidado, Nadia. Con tu cara casi delatás a Soledad por completo...
Hablaban muy por lo bajo. Malena tuvo que esforzarse para poder entender las palabras.
—¡Ay, soy una pantriste! ¡Perdón, Clarita! Pero entonces... ¿Es así? ¿Soledad va a hacerlo?
—Lamentablemente sí... —admitió Clarita con tristeza—. Sin importar lo que digamos, Soledad no va a parar hasta vengarse.
¿Vengarse? ¿Soledad? ¿De qué estaban hablando? Si Soledad era la persona más buena, honesta, y justa que Malena había conocido jamás, ¿cómo iba ella a querer vengarse de alguien?

Sintió que estaba traicionándola solo con seguir escuchando, así que regresó al cuarto donde estaba y continuó intentando dormir. Seguramente había entendido mal todo. Soledad nunca le haría daño a nadie... ¿o sí?

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¿Qué es "Buscá la luz"?


"Buscá la luz" es una historia llena de magia, amistad, amor, y solidaridad.

En ella tanto adultos como chicos aprenden a lidiar juntos con los problemas diarios y terminan por entender que el secreto para una mejor vida se esconde en el niño que cada uno de ellos lleva dentro.

Basada en la exitosa telenovela "Rincón de Luz", una idea original de Cris Morena.

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